Como lobos envueltos en pieles de hombres buenos,
conserváis patrimonios
os vendéis por el miedo,
contemplando lo que sois sin entenderlo…
Levantáis castillos sin cimientos,
castillos trabajados por otros,
que exhibís en mercados baratos,
en los mercados vuestros.
Y cuando cae la tarde,
sigilosos y cautos…
bajáis por la ladera, observando a los siervos
que están marcando piedras.
Y de lejos, sin que a vosotros vean,
lleváis control exacto de las piedras que quedan.
Ya en la tarde
teniendo al siervo cerca,
os sentáis en el trono y juzgáis sin certeza,
pues no es limpio el criterio de quien poder ostenta.
Y al no sentir que erráis vuestro castillo tiembla.
Y es que “amigos», a diferencia vuestra,
existen siervos, que algunas veces piensan.
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