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La misa del domingo

Es menuda, pequeña de estatura, y su cuerpo con el pasar del tiempo se ha redondeado un poco. Vive en la casa que su marido y ella compraron al casarse, un lugar espacioso con unas vistas espléndidas, un ático con una gran terraza donde se puede contemplar la catedral de la Almudena, el Palacio Real, el Seminario… vistas incomparables de una ciudad siempre eterna.   El río Manzanares corre a sus pies y los jardines de lo que hoy es Madrid Rio abrazan sus aguas.

No se sabe si es el olor a humedad, lo antiguo del edificio o las pocas reformas hechas en él, que la casa tiene cierto olor a antiguo. Pilar es viuda sin hijos y desde que perdió a su marido vive con Cristina, su hermana, diez años mas joven que ella.

Su vida a lo largo de los años ha sido apacible y tranquila: salidas con amigos, cine, teatro, viajes… que se incrementaron aún más desde que las dos se jubilaron . Ambas se sentían satisfechas con su vida y sabían disfrutar de ella. Estaban envejeciendo juntas, llevaban una vida saludable, vivían el presente y se sentían acompañadas.

Todo iba bien y de pronto sin apenas percibirlo, de un modo silencioso pero progresivo sus vidas comenzaron a torcerse. Pilar comenzó con pequeñas perdidas de memoria a las que no dieron importancia, mas tarde se dieron cuenta de la gran dificultad que tenía para entender y realizar tareas habituales, pero lo que mas les preocupó es la gran desorientación que tenía incluso en su propia casa y de la que ella misma terminó por no ser consciente., aunque sorprendentemente en algún momento Pilar todavía volvía a ser la de siempre.

En la visita al Neurólogo el diagnostico por esperado no fue menos duro: Alzheimer en una cuarta fase, entre la frontera de leve y moderada. Pilar regreso a su casa llorando y a partir de ese día se encerró aún mas en sí misma. Su rostro que siempre había sido alegre se ensombreció y enmudeció.

Cristina se volcó en el cuidado de su hermana, tanto en atenciones como en manifestaciones de afecto a pesar de sufrir en algún momento ansiedad, e incluso depresión por el cambio tan grande que habían experimentado sus vidas y por tener que estar siempre atenta a sus necesidades.

Ha pasado un año desde la primera visita al neurólogo…

Todas las mañanas, después de asearse y desayunar con la ayuda de su hermana, la ocupación preferida de Pilar es vaciar su armario de ropa y objetos personales: collares pendientes, sortijas, rosarios, libros etc. y meterlo en una maleta. Cristina, que lo sabe, se ocupa más tarde de volver a ordenarlo de nuevo mientras su hermana se entretiene viendo la televisión .

Una noche, ya casi de madrugada, Pilar se despertó con la necesidad de ponerse en movimiento y con la agilidad que siempre le caracterizo, a pesar de los años, se subió a una silla, bajo una maleta y en ella metió ropa de invierno, de verano, tres bolsos y en cada uno de los bolsos sus sortijas, pulseras, collares y una amplia colección de rosarios la mayoría de ellos bendecidos por el Papa. Ella es muy creyente.

Sonríe ilusionada mientras mete la ropa en la maleta porque sabe que el siguiente paso es salir de este sitio que no conoce. Va a volver a su casa una casa grande de dos plantas con un bonito jardín . Esta noche vuelve a ser la niña que fue, y en su mente juega con Tureski, su perro, mientras su madre prepara la comida.

El silencio de la noche la delata, Cristina se despierta y entra en la habitación.

-Pero, Pilar ¿Qué haces a estas horas.?

-Déjame en paz, yo sé muy bien lo que hago, ¿no lo ves?… estoy haciendo la maleta.

-Esta noche he dormido aquí, pero tengo que volver a mi casa.

-Por favor bájate de la silla que te vas a matar, mañana terminamos, ahora es muy tarde, deja la ropa donde está y vamos a la cama.

La lleva a su cama, la tapa, le da un beso y a los tres minutos Pilar está profundamente dormida.

Al día siguiente Cristina vuelve a colocar la ropa en el armario, tratando de emparejar pendientes y separar los rosarios de los collares . Durante un rato se respira tranquilidad y ella aprovecha para dejar la habitación ordenada nuevamente. Mientras termina de hacer la cama le parece escuchar un llanto muy triste. Se acerca al salón y la encuentra llorando. La abraza y con cariño le pregunta: -¿por qué lloras?

Pilar con una angustia infinita y los ojos llenos de lágrimas habla de su madre.

Tengo que marcharme dice, ella me espera . Yo no vivo aquí, vivo en otra casa.

La mujer, limpia sus lágrimas, sale con ella a la terraza y le muestra el día tan precioso que hace. ¿Sabes una cosa, le dice?: vamos a ponernos guapas y mientras caminamos me cuentas como es la casa, seguro que entre las dos la encontramos.

Al salir el cielo está azul, sin rastro de nubes, Cristina mira a Pilar y se da cuenta por su expresión que ya olvido a su madre, y que el aire frío terminó de secar los restos de sus lágrimas de niña.

 Pilar le pregunta: ¿Qué día es hoy?  ¿sábado o domingo?.

Domingo, le contesta Cristina.

La cara de Pilar se ilumina, sonríe y le dice: pues vamos a la parroquia, los domingos no podemos olvidarnos de la Misa.

(Esto ocurrió hace unos años, en la actualidad Pilar ha olvidado el significado de las cosas, ya no se siente mal si no recuerda la misa del Domingo).

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