Un triste lamento
sube por la hiedra,
un preso dormido
despierta al son de esa queja.
Su cuerpo despierta
en la noche eterna,
sus lágrimas caen como perlas negras
y el rictus le marca rubor de tristeza.
Quisiera ser otro
fuera de esa reja,
en paz con su alma
en paz con su pena
y volver a un mundo
sin llaves ni puertas.