Anochecía…
Se encontraba en el rincón de un parque; el silencio era total, la niebla y el frío le abrazaban, despejaban su mente. Comprendió que no era necesario terminar con una vida cualquiera. Niebla, silencio, frio, le hicieron sentir vivo, un solo ser con la naturaleza que le rodeaba, mientras su mente descendía los peldaños que llevan a ninguna parte.
Atrás quedaba la ilusión por rehacer de algún modo vínculos perdidos, en los qué bajo el oportuno disfraz, solo ansían todo de sí mismos, derivando en una relación superficial en la que lo trivial es lo más positivo que se ofrece, siempre admirados y halagados de sí mismos, narcisos impenitentes.
Basura se le ofreció, almacenándola en cubos de colores, que día a día limpiaba intentando recuperar su brillo lentamente.
En esta noche, la vida dice y el parque le susurra que no solo puede envolverle la oscuridad del alma.