Se fue el sol y el cielo teje un lamento oculto en sus nubes plomizas que sollozan su canción de despedida.
Un hombre camina saboreando la lluvia. Su cara húmeda confunde las gotas de agua con la sal de sus lágrimas; llora dulcemente, su gesto triste evoca la paz. La distancia entre la consulta del médico a su casa es corta, por eso quiso volver caminando y la lluvia que ahora cae intensamente le hace sentir especialmente vivo. Hoy después de dos años luchando contra su enfermedad no se puede hacer mas… solo paliar el sufrimiento y ver como poco a poco su cuerpo va desapareciendo ante sus ojos, y como sus deseos cambiaran a la vez que su figura.
Hasta hace un año la palabra muerte se traducía en ansiedad, angustia, miedo, rechazo. Ahora con el tiempo transcurrido se ha hermanado con ella ha comenzado a entender. Sabe que mientras este vivo es algo que no va a experimentar y cuando la muerte le visite el ya no estará. . Entonces ¿para qué preocuparse por algo que nunca va a coincidir con nuestro tiempo de vida?.
Ya pasó el quiosco de periódicos, al doblar la esquina estará en su casa. Poco a poco la lluvia va cesando, tiene el asfalto un tono grisáceo y unas gotas minúsculas se desprenden de los árboles.
Mientras busca la llave del portal siente de nuevo aquel dolor que no le abandona, respira hondo varias veces y parece que se pasa, pero es falso, dentro de poco estará de nuevo allí. Su mano apoya esa zona buscando un alivio inútil. El ascensor le deja en el 4º piso y mientras abre la puerta un vecino le saluda y responde al saludo con una amplia sonrisa. Entra en casa, en el recibidor hay un gran espejo y después de cerrar la puerta se observa detenidamente. Es verdad que esta delgado, pero su expresión todavía no delata lo avanzado de su enfermedad. Siempre le gustó la ropa informal y el pelo algo largo, aunque ahora tenga tan poco. Hoy con los vaqueros, la cazadora y su cara brillante por la humedad, podría decirse que esta hasta guapo a pesar de todo. Lo peor es cuando llega la noche y aparecen la desnudez, el cansancio y los huesos que se ven demasiado. Tiene muy claro que no va a soportar que esto lo vean los demás.
Vive solo, enviudo hace cinco años y no tiene hijos. Su familia se acerca a verle de vez en cuando y aunque se han ofrecido a ayudarle el no quiere a nadie en su casa. El tiempo justo y luego fuera.
Se sienta cómodamente en el sillón y mientras se deleita con Nabucco, su opera preferida, se prepara una copa y enciende un cigarro, mientras se recuesta relajadamente en el sofá. Poco a poco la bebida y el cansancio comenzaron a hacer su efecto y los parpados se cerraron, el sueño le hizo volar al mar, su recuerdo mas querido y revivir los paseos que solo hace dos años daba sin rumbo a la caída de la tarde para dirigirse después al acantilado donde contemplaba las olas que se acercaban luchando contra las rocas en un ir y venir constante. Alguna noche dormía allí con un sueño tranquilo al comienzo, para hacerse después pesado y fuerte.
Al levantarse por la mañana ya había tomado una decisión: marcharía de la ciudad, quizás enviaría una carta a la familia que explicase su decisión. Alquilaría una casita con jardín en la playa y allí poco a poco se dejaría morir, o vivir, rodeado de las pequeñas cosas que desde el principio de los tiempos daban a la vida su sentido mas hermoso.